MARIO CAPASSO

Autor: Mario Capasso
Título: El edificio. Una novela en escombros.
Género: Literario. Novela.
Colección: Mester de Juglaría
Formato: 15 x 21 cm / 180 pág.
ISBN: 987-20014-6-4
Edición: Noviembre 2002.
Observaciones: Contratapa: Federico Jeanmaire / Mario Capasso ganó, en el 2003, el Segundo Premio del Fondo Nacional de las Artes. / http://www.textos-en-escombros.com.ar/



Es una costumbre muy arraigada el decir: por los pasillos corre el rumor. Bueno, por los pasillos corre el rumor de que una mujer de ojos verdes y pollera al tono, se internó en ellos una noche de luna llena y nunca volvió a su despacho. El rumor agrega en voz baja que la intervención del lobizón no está probada y que se trataba de una mujer bella hasta el exceso; esto dio lugar a otros rumores derivados del original, menos misteriosos y más frívolos, de lencería fina, rumores de entre sábanas y almohadones, con dos o tres agujeros de entrada. Pero a decir verdad que tanto no cuesta, además que para ser recorridos, los pasillos son usados para depositar los útiles y materiales que caen en desgracia, y entonces allí van a parar sin remedio ni orden las lapiceras que se niegan a escribir, los papeles que se resisten a ser escritos, las calculadoras que no calculan, las computadoras que no computan, los listados que no pasan lista, los resaltadores que no resaltan ni la cuerda y otros elementos de la misma desusada calaña. También quedan allí depositados Q.E.P.D. aquellos empleados ya ancianizados hasta el colmo, debidamente desangrados, a los que la jubilación o el hastío ha sorprendido en medio de una tarea muy pero qué digo muy importante.
Nadie limpia nunca los pasillos, que no, que para qué, pero la Naturaleza es sabia por naturaleza y se encarga. Llegado el momento de putrefacción de los elementos estacionados sin parquímetro en ellos, cuando ya la capacidad de almacenamiento rebasa todo límite, cuando ni una lombriz esmirriada sería capaz de atravesarlos, el tramo que responde a estas señales se declara como de ciclo cumplido y desaparece sin dejar rastro ni testamento ni boleto de chaumevoy. Por eso no pasa un mes que no tenga cuatro semanas y que no se inaugure alguno en reemplazo del desaparecido. En esas ocasiones se pronuncian largos, profundos discursos en los cuales suele tomar la palabra el Jefe de Excavaciones, que usa el pico para anunciar las bondades del nuevo tramo de pasillo y promete que, de ahí en más, el tránsito por ellos mejorará hasta hacerse insoportable, que ya nada podrá entorpecer nuestra marcha triunfal, que la felicidad no será un cuento, que el futuro será un tropel absurdo. Quisiera acotar que todo esto me suena a pamplinas, pero es tan enigmática la palabra pamplinas. Solemos asistir a estas inauguraciones con la consigna de tratar de no reírnos demasiado, pero bueno, qué se le va a hacer, nunca falta algún descarriado. Es memorable el caso del pasillo que desapareció antes de que lo inauguraran. Pero yo no me acuerdo.
En fin, uno no se acostumbra a estos pasillos, pero al final termina por acostumbrarse a no estar acostumbrado.
Cuando uno es nuevo en el edificio, y yo alguna vez lo fui, (eso creo) le ocurre que al transitar los pasillos es víctima de...
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